La historia del burro (El conde Lucanor)
"Un buen hombre tenía un hijo que, aunque joven, era muy inteligente.
El hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa. Un día, el padre le dijo al muchacho:
- Hoy hay mercado en la ciudad, así que iremos a comprar algunas cosas, y llevaremos al burro para traer la carga.
Así que fueron al mercado junto a su burro. Por el camino, se encontraron un viejo señor, que, levantando las cejas, le dijo a su compañero:
- Estre hombre y su hijo
no saben lo que hacen, pues llevan al burro descargado y ellos van a pie.
Cuando el buen hombre oyó aquello, le preguntó a su hijo:
- ¿Piensas que tienen razón?
- Sí -respondió-, pues, yendo el burro sin carga, no es sensato que nosotros vayamos a pie.
- Pues, si así lo crees -dijo el padre-, sube al burro.
El hijo obedeció, y siguieron su camino.
Poco más adelante se encontraron con dos nuevas caras. Y empezaron a decir:
- Este vecino vuestro
no sabe lo que se hace, pues va a pie, a pesar de que el mozo tiene fuerzas bastantes para caminar todo lo que haga falta.
Al oír aquello, el labrador le preguntó a su hijo:
- ¿Crees que esos dos hombres tienen razón?
- Sí, padre.
- Entonces, baja del burro, que me subiré yo.
Al poco rato, toparon con otros dos hombres, que dijeron:
-
¡Menudo disparate! El padre deja que su hijo, que no es más que un chiquillo sin apenas fuerzas, vaya a pie, y encambio él, que está acostumbrado a soportar las fatigas, va a lomos del burro.
Entonces el labrador le preguntó a su hijo:
- ¿Qué te parece lo que dicen esos hombres?
- Me parece que tienen razón.
- Entonces, sube conmigo en el burro.
De modo que los dos, subidos en el burro, siguieron su camino, encontrándose de nuevo con más personas:
-
¡Cómo pueden ir montados los dos en el burro si la bestia está tan flaca que apenas puede caminar...!
Al oír aquello, el labrador le preguntó a su hijo:
- ¿Qué te parece lo que dicen estos hombres?
- Me parece que tienen razón -respondió.
Entonces el padre se quedó mirando a su hijo y le respondió de esta manera:
- Hijo mío, cuando salimos de casa los dos íbamos a pie y llevábamos el burro descargado, y dijiste que te parecía bien. Después unos hombres murmuraron que era un disparate ir los dos a pie y te mandé a subir en el burro mientras yo iba caminando, y dijiste que eso era lo correcto. Luego encontramos a otros hombres que criticaron lo que hacíamos, y por eso bajaste tú y monté yo, y tú dijiste que eso era lo mejor. Pero más tarde otros murmuraron que no estaba bien que tú fueses a pie, así que te mandé subir conmigo, y tú dijiste de nuevo que estábamos haciendo lo mejor. Y ahora éstos nos censuran porque piensas que no está bien cargar tanto al burro, y tú le das la razón. Así que te ruego que me digas qué debemos hacer ahora, pues ya lo hemos probado todo y cada vez nos han dicho que nos equivocábamos.
El hijo se quedó callado, y el padre dijo:
- No creas que todo esto es casualidad, hijo. Y es que jamás harás nada que contente a todo el mundo, pues, aunque obres de la mejor manera posible, nunca faltará alguno que venga a criticarte. Así que haz en cada ocasión lo que te parezca más conveniente sin escuchar lo que te digan los demás, pues, con respecto a las cosas ajenas, la gente siempre habla a tontas y a locas.